viernes, 15 de octubre de 2010

EL CENTAURO DE LA MANCHA


            Juan de Cereceda y Carrascosa (1665-1743), natural de Villar del Saz de don Guillén (Cuenca), actualmente Villares del Saz, hijo de Juan de Cereceda García y de Agustina de Carrascosa Melero, fue un destacado militar de caballería conocido en su tiempo por los sobrenombres de “El Centauro de la Mancha y también por El Macabeo español”. Su relación con nuestra villa viene dada porque fue nombrado por Felipe V caballero de la Orden de Calatrava y comendador de Abanilla, cargo que mantuvo hasta su muerte. Además de lo ya referido de él en otros escritos, voy a ampliar más datos sobre sus hasta ahora conocidas vicisitudes en el ámbito familiar y militar:
Genealogía.- Tanto sus padres como sus abuelos paternos y maternos fueron hidalgos. Murió célibe y su herencia pasó a su hermana, Catalina, casada con Roque Cabrera y Quiñones, de Chinchón, que tuvieron por hijos a Juan y María Cabrera Cereceda. Juan se casó con Nicolasa de La Encina y tuvieron trece hijos, siendo el primogénito Ramón Cabrera La Encina, que fue caballero de la Real Maestranza de Ronda, institución militar nobiliaria de caballería, a modo de cofradía, al servicio de la Corona. Por algunos legajos del último tercio del siglo XVIII, sabemos que Ramón Cabrera residió algunas temporadas en Abanilla, administrando las propiedades de su padre: ganados, fincas e  inmuebles. Estas propiedades estuvieron en manos de sus sucesivos herederos hasta principio del siglo XX, siendo el último de ellos Miguel de la Torre Cabrera, que no tuvo descendencia. De los Cabrera ha quedado en nuestra villa el testimonio esculpido en las piedras armeras de la casa Cabrera y de la finca del mismo nombre, así como en dos losas de enterramientos en la iglesia parroquial. Presumiblemente el blasón de la casa Cabrera y los de las losas de los enterramientos pudieran ser de Ramón Cabrera La Encina y el que hay en la finca, junto a la ermita, de Miguel de la Torre Cabrera. Asimismo entra dentro de lo posible que la ermita de la finca de la casa Cabrera, probablemente erigida en 1714, a la advocación de San Juan Bautista, se construyera a expensas del comendador. Tenemos la sospecha de que el blasón existente en el piso de la puerta principal de la iglesia parroquial, fechado en 1712, pudiera ser del “Centauro de la Mancha”, sin que se pueda afirmar nada al respecto, dado que en su casa solariega de Villares del Saz, llamada “la casona”, sito en el actual nº 19 de la calle Procesiones, hubo un escudo tallado en piedra que ha sido demolido en las obras de reforma efectuadas, sin que haya quedado constancia gráfica ni descriptiva del mismo, que nos pudiera servir de comparación o referencia.
Servicios en la milicia.- A pesar de su hidalguía no se han encontrado  referencias de empleos militares en sus ascendientes próximos. Sus padres y abuelos se dedicaron a la agricultura y la ganadería. Cuando estaba estudiando en el colegio de los Jesuitas, en la cercana población de Huete, y faltándole todavía unos meses para cumplir los 18 años de edad, se enroló como soldado voluntario en una compañía de caballería del Rosellón que estaba de maniobras por dicho lugar. Partió de inmediato, sin comunicarles nada a sus progenitores, causándoles un disgusto y pesar sin precedentes. Regresó a su pueblo natal en plena guerra de Sucesión a visitar la tumba de sus padres ya fallecidos. A los doce años de servicio ascendió a capitán, cosa que no era normal en personas sin antecedentes  militares en la familia. Se destacó en la guerra del Rosellón, contra los franceses, en la batalla del Ter y en la defensa de Barcelona, en 1697. Le reconocieron su valor y destreza, con visos de heroicidad. Se especializó en misiones de hostigamiento y observación, lo que después pasó a denominarse “guerra de guerrillas”. En 1701 la caballería del Rosellón abandonó Cataluña y se instaló en Vicálvaro, junto a la Corte, trasladándose después a Santiago de Compostela. En 1702 se constituyó en regimiento, siendo promovido Cereceda al empleo de teniente coronel.
            Inmersos en la guerra de Sucesión, del lado de FelipeV, tomó parte en la invasión de Portugal, en el asedio de Gibraltar y otras escaramuzas y golpes de mano en las que alcanzó reputación militar hasta el punto de que el enemigo temía sus emboscadas interceptando convoyes de suministros, bagajes, pertrechos y productos de las rapiñas, siendo famosa la que le hizo al conde de Peterborough, general inglés, cuya valoración ascendía a 200.000 pesos. Estuvo en la reconquista borbónica de Orihuela y Elche, lo que entre otras cuestiones le sirvió para el ascenso a coronel. En San Vicente del Raspeig, en el camino que va a Castalla, protagonizó una escaramuza que fue muy sonada, interceptando a un destacamento inglés que había salido de Alicante y se dirigía a Játiva, cuyo número de efectivos le quintuplicaba, haciéndolos prisioneros a casi todos. En la batalla de Almansa, en 1707, que fue decisiva para el triunfo borbónico, Cereceda y sus hombres se destacaron por su rapidez de reflejos, resolución y capacidad de movimiento, dado que ya no se trataba de operaciones aisladas o golpes de mano, sino de una batalla en toda regla, a campo abierto y con ejércitos formados en línea, donde cada uno recibe órdenes concretas para ser ejecutadas sin cambio del guión. Los informes de sus superiores influyeron para que fuera agraciado por el Rey nombrándole caballero de la Orden de Calatrava y comendador de Abanilla, en 1709, encomienda de pingüe renta, sin que tengamos constancia de su presencia en ella, pues en los documentos consultados figuran los nombres de sus administradores, excepto en el contencioso mantenido con el obispo Belluga y en el testamento del párroco don José Vives, ya referidos en el libro de la historia de nuestra parroquia.
            En 1720 se retiró voluntario de la milicia, con el grado de mariscal de campo. Vivió el resto de sus días en su casa solariega de Villares del Saz. Renunció al cargo de gobernador civil y militar de la ciudad de Alicante y su puerto, alegando que “antes prefería mandar a cuatro soldados inválidos que a miles de civiles”. En 1734, a pesar de no estar en activo, le ascendieron a teniente general de los Reales Ejércitos, empleo  que no ejerció pero que ostentó hasta su muerte, acaecida el 1 de noviembre de 1743. Fue enterrado en la iglesia parroquial de Villares del Saz, en la que se realizaron obras de ampliación y reforma pocos después, en 1748. Sus herederos han colocado una lápida de mármol rojo en el lado de la epístola, en cuyo epitafio quedan reflejados sus cargos militares, figurando grabado en su centro el mismo blasón que hay en la Casa Cabrera de Abanilla, pero sin los ornamentos exteriores de las banderas, cañones, bolaños, tambores etc.
            Aprovecho este escrito para dar fe de erratas al artículo que se publicó el pasado año 2007, con el título “Cronología de la soldadesca en las fiestas”, pues en la página 62, columna 3ª, línea 42, pone que don Juan de Cereceda y Carrascosa, que fue comendador de Abanilla, tuvo el cargo de maestre de campo de uno de los Tercios de Italia. En su lugar debe decir que: tuvo el cargo de maestre de campo, inspector de los regimientos de caballería de los reinos de Valencia, Aragón y Cataluña. Lo referido en el presente escrito sobre la genealogía de Cereceda, debe servir de fe de erratas respecto a algunas imperfecciones cometidas en el artículo publicado en 2005, que lleva por título “Don Juan de Cereceda y Carrascosa, comendador de Abanilla”.
E. Marco
Publicado en el programa de fiestas de 2008

Bibliografía consultada:
  • Diversos escritos y artículos de Marino Poves Jiménez, sobre Juan de Cereceda y Carrascosa.
  • Artículo de Juan L. Sánchez Martín, sobre Juan de Cereceda y Carrascosa, en la revista de historia militar “Researching & Dragona”.
  • En términos generales, las graduaciones militares establecidos por Felipe V, a partir de 1704,  fueron: Alférez, teniente y capitán. Teniente coronel, coronel, brigadier, mariscal de campo, teniente general y capitán general. Anteriormente no existían en el ejército español los grados de teniente. El alférez portaba la bandera y hacía las señales con ella. El grado de brigadier ha pasado a denominarse general de brigada y el de mariscal de campo a general de división.
AGRADECIMIENTOS: a Pedro Mateo Igual, que me acompañó a Villares del Saz y realizó las fotografías. A Agustín Gómez Muñoz, que fue nuestro guía. A Miguel Tejeda, por sus conocimientos sobre batallas y personajes militares de todas las épocas. Y a Marino Poves Jiménez, cuya aportación documental ha sido decisiva.

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