domingo, 26 de septiembre de 2010

BANDERAS, ESTANDARTES Y ORIFLAMAS



            Sin entrar en etimologías ni en definiciones enciclopédicas, una bandera es un pedazo de tela colgada de un palo, distinguible a simple vista por su forma y colorido, cuya utilidad se ciñe a servir de guía a un grupo de gentes armadas o no, que constituyen una formación o fracción de ella, o para hacer señales. Los orígenes de las banderas, estandartes, guiones, gallardetes u oriflamas se pierden en la noche de los tiempos, por lo que resulta infructuoso deducir sus orígenes, sin miedo a equivocarnos. A modo de síntesis se puede decir que la bandera es uno de los símbolos o insignias convencionales que el hombre ha usado desde la más remota antigüedad en que tiene su origen la guerra o la lucha por la supremacía de los unos contra los otros, por la posesión mancomunada de algo: tierras, alimentos, ganados, pastos, etc., lo que constituyó el inicio de las tribus, existiendo noticias de que las doce tribus de Israel ya se diferenciaban por el uso de banderas, al igual que los ejércitos asirios y egipcios. En tiempos de Ligurcio los estados griegos ya se diferenciaban con este tipo de símbolos ondeantes al viento.
            La evolución de aquel originario trozo de tela, en algunas ocasiones procedente del vestuario personal (capa, jubón, camisa, calzones, etc.), amarrado a la punta de un palo, caña o barra de metal, fue evolucionando y adoptando formas que lo diferenciaban de los demás, ante la diversificación, por lo que se fueron combinado los colores con las formas y la introducción de otras representaciones, generalmente con la añadidura de animales: lobos, perros, aves, minotauros, etc. Los romanos establecieron una escala de estos símbolos con la introducción del lábaro, que adquirió su trascendental importancia cuando Constantino, en el año 313, mandó poner en él la cruz de los cristianos. En la Edad Media, con los feudos, se le dio a las banderas y gallardetes un aspecto más concreto, pues en sí constituyó el germen de las nacionalidades, modificándose con las conquistas de nuevos territorios y con los entronques matrimoniales y herencias de los diversos reinos.
            En el orden bélico, fue en la Primera Cruzada cuando el despliegue de banderas, estandartes y oriflamas alcanzó gran efusión, tanta, que por donde pasaban producían admiración a los oriundos del lugar que contemplaban un espectáculo visual sin precedentes. Con la llegada de la Edad Moderna se empezaron a constituir en Europa las naciones; y como nación, rey y reino eran una misma cosa, la representación fue la de la propia realeza, lo que se llamó El Pendón Real, generalmente de tipo dinástico. Con el correr del tiempo y la evolución política los símbolos reales (los blasones), quedaron reducidos a su colocación en el centro de las banderas, dando preeminencia a que destacaran los colores representativos de la nación. En nuestro país, durante el reinado de los Austrias[1], al organizarse el ejército en Tercios se tomó como pabellón las aspas de san Andrés, también llamada cruz de Borgoña, en gules (rojo), sobre distintos fondos: blanco, azul, verde, amarillo, etc., según el territorio al que pertenecían: Nápoles, Flanes, Indias, etc. Tras la guerra de Sucesión y el establecimiento de los Borbones, Felipe V adoptó la bandera blanca con la flor de lis en gules, distintivo de la casa de Borbón francesa, lo que dio origen y provocó confusión en algunas ocasiones. Fue durante el reinado de Carlos III, cuando por razones tácticas, que no histológicas, se adoptó para la Armada el gallardete rojigualda, pasando a ser adoptada como enseña nacional en tiempos de Isabel II. Los concejos también tuvieron su sello y su bandera propia a partir del siglo XVI, bajo la cual se agrupaban sus milicias concejiles que reforzaban al Ejército, la Guardia Real o los Tercios, cuando eran requeridas. La bandera del concejo abanillero era verde y azul. Estas enseñas cayeron en desuso a partir de 1700, con Felipe V, que llegó a prohibirlas. En el siglo XIX, los carlistas adoptaron como bandera la blanca con la cruz de san Andrés, la antigua del Tercio de Flandes, que actualmente ruedan nuestros capitanes de la Santa Cruz.
            El empleo de la cruz de Borgoña (las aspas de san Andrés, los dos palos cruzados donde fue martirizado este apóstol), en las banderas se remonta a la Primera Cruzada, cuando los borgoñones la colocaron en sus estandartes y oriflamas, pues en esta cruzada, según los cronistas de la época, en más de una ocasión recibieron el auxilio divino, acudiendo en su ayuda “La Tropa Santa”, formada por Ángeles, Arcángeles y demás corte celestial a cuyo frente iba san Jorge, auxiliado por san Demetrio, san Mercurio, san Sebastián, san Víctor, etc., dándose la circunstancia de que en Antioquia fue san Andrés quien se le apareció al peregrino Pedro Bartolomé y le reveló donde se encontraba enterrada la supuesta “Santa Lanza” que atravesó el costado de Cristo, la cual desenterraron y portaron junto al estandarte del Papa, por lo que se le atribuyó a su influencia el triunfo en los sucesivos enfrentamientos con los sarracenos hasta la conquista de Jerusalén. En Jerusalén también se guardaba otra supuesta Santa Lanza, la cual no fue hallada tras la toma de los Santos Lugares. El Tesoro Imperial de Viena también presume de tener otra supuesta Santa Lanza. Hitler mandó buscar la Santa Lanza que hubo en Jerusalén, para lo cual comisionó al arqueólogo Otto Rham a la búsqueda de reliquias de la Pasión y el partido nazi  presumió de tener la punta de la lanza de la Crucifixión, la cual veneraron en una iglesia de Nuremberg, que se perdió tras la ocupación aliada. Después dijeron que era una copia y que la verdadera estaba guardada en un lugar secreto, bajo tierra, pero hasta la fecha nada se sabe al respecto. La Santa Lanza de Antioquia, tras pasar algún tiempo en París con otras reliquias de la Pasión, fue donada al Vaticano en el siglo XVIII, donde actualmente se encuentra[2].
            Volviendo a la bandera que ruedan nuestros capitanes, cabe significar que según una fotografía del año 1917, que conserva Ginés Riquelme Rivera, impresa en la página 137 del libro “Abanilla. Historia de su Parroquia”, se observa que uno de los capitanes lleva la bandera con la cruz de san Andrés y el otro, tras arduas comprobaciones, se puede intuir, que no deducir, que se trata de la rojigualda bandera nacional, en cuyo centro parece contener una cruz de Calatrava confeccionada a cordoncillo perfilado y sobre ella, y esto ya es un supuesto, el escudo constitucional de don Alfonso XIII[3]. Queda patente que cada uno de los capitanes portaba un tipo distinto de bandera. La forma en que nuestros capitanes la ruedan (actualmente sólo la de la cruz de san Andrés, sin que a ciencia cierta sepamos si antes de 1936 también rodaban la otra), tiene sus peculiaridades que nos diferencian de la forma de rodarla en otras poblaciones, aunque su significado histórico festero sea el mismo: la rendición de honores a los Santos Patronos. En nuestro caso rodilla en tierra, con una mano, rolando los giros sobre la cabeza, en una serie de ascendentes cadencias que retornan a su inicio de forma decreciente: una vuelta a derecha y otra a izquierda; dos a derecha y dos a izquierda; tres…, y en determinados actos hasta cuatro, y viceversa.
E. Marco                    


[1] Las aspas de san Andrés o cruz de Borgoña llegaron a España con Felipe el Hermoso, marido de doña Juana La Loca, en 1506, que a la sazón era duque de Borgoña, ducado que heredó de su madre.
[2] Las vicisitudes sobre la lanzada en el costado de Cristo han sido publicadas en el programa de fiestas de Mahoya 2008, por el autor, en un escrito que lleva por título “La Lanzada”. Según los estudios realizados por expertos sobre la Sábana Santa, la herida del costado de Cristo tuvo que ser realizada por un objeto elíptico, de 4, 4 x 1, 4 centímetros. Dichas dimensiones coinciden-más menos-con las puntas de lanzas empleadas por los soldados romanos en aquella época y posteriores. En Jerusalén se han encontrado algunas de ellas, atribuibles al asedio de Tito, en el año 70 de nuestra era.
[3] En el capítulo VI del libro “Abanilla. Historia de su Parroquia”, en la página 137, el autor refiere que en el acta notarial de la recepción de la reliquia, en septiembre de 1939, el notario describe la forma en que se hace la fiesta: “que se rueda una bandera con la cruz de Calatrava, a la vez que los tiradores dispuestos en círculo disparan los arcabuces”. Este acta y otros escritos adjuntos, cuyo depositario y custodio es la Hermandad de la Santa Cruz de Abanilla, fueron consultados por el autor y el cura párroco don Manuel Gil Martínez, en el año 2002, cuando se redactó el libro en cuestión. También se hizo constar la misma referencia en un artículo del autor en el programa de fiestas de 2002, bajo el título “La bandera de los capitanes”, coincidiendo dicha descripción con el relato que en 1990 (doce años antes de consultar dicha acta) nos hizo José Alonso Gutiérrez, publicado en el programa de fiestas de dicho año, en un artículo del autor que lleva por título “A principio de siglo”.